Las mujeres indígenas iletradas obtuvieron en 1979 el reconocimiento de su derecho al voto, que en las dos décadas siguientes se les abriría espacios para una activa participación política en el marco de los movimientos indígenas.
En Ecuador, la década de 1990 presencia un cerco de los movimientos indígenas a los centros del poder estatal, que coincide con una creciente crisis económica y política del país. Esta manifestación pública, que ha contado con una importante presencia de mujeres, se expresó inicialmente a través de un levantamiento que paralizó gran parte del territorio y abrió una larga negociación para que el Estado considerara los derechos de los pueblos y nacionalidades originarias. Como resultado de este proceso se logró el reconocimiento de los derechos de los pueblos en los enunciados constitucionales del país, así como la instalación de políticas públicas interculturales en los campos de la salud, la educación y la administración de justicia, entre otros.
Mientras el país se ha visto remecido por las voces de los pueblos y nacionalidades indígenas, las mujeres blancas y mestizas, especialmente aquellas educadas y localizadas en espacios urbanos, han cabildeado para poner sus agendas e intereses en la discusión política. En la dinámica de ambos movimientos sociales ¿cómo se ha tratado el tema de la mujer indígena? La evidencia revela un desencuentro entre los movimientos de mujeres y los movimientos indígenas, el objeto analítico de este ensayo.
Los movimientos indígenas, si bien no desarrollan una agenda particular orientada a modificar directamente las relaciones de género, propician prácticas orientadas a la equidad de género. Aún más, en muchos casos, las lideresas rechazan de manera explícita una agenda centrada sólo en las mujeres o en las relaciones de género, pues aducen una intromisión externa e imperialista.
Avelina Morocho, exalcaldesa kichwa de un pequeño pueblo de Cañar y miembra de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), comentó años atrás: “He escuchado que se dan cursos para mujeres sobre la liberación femenina, en vista de eso se ha analizado mucho sobre este tema, el mismo que ha tenido variedad de problemas por ser una copia de otros países… En muchos de los casos, señoritas que no conocen la realidad basan su vida en lo que dicen otras personas y trasmiten a la realidad cosas que no son experimentadas por ellas mismas…”.
Por un lado, ha sido leído como una estrategia contestataria al discurso estatal homogenizador de la feminidad y masculinidad y se le contrasta con las vidas de las mujeres indígenas que combinan roles reproductivos y de proveedoras. Por otra parte, es posible mirarlo como una opción estratégica que pospone los intereses de las mujeres con el propósito de fortalecer la lucha por el reconocimiento de los derechos como pueblo; o bien, como una expresión del poder masculino que maneja el renacer indígena. Y finalmente, puede ser interpretado como parte de un proceso de creación de una suerte de “feminismo indígena”, en línea con la crítica al feminismo blanco occidental y de clase media, proveniente tanto del feminismo multirracial como poscolonial, perspectiva que interesa explorar.
En Ecuador, la década de 1990 presencia un cerco de los movimientos indígenas a los centros del poder estatal, que coincide con una creciente crisis económica y política del país. Esta manifestación pública, que ha contado con una importante presencia de mujeres, se expresó inicialmente a través de un levantamiento que paralizó gran parte del territorio y abrió una larga negociación para que el Estado considerara los derechos de los pueblos y nacionalidades originarias. Como resultado de este proceso se logró el reconocimiento de los derechos de los pueblos en los enunciados constitucionales del país, así como la instalación de políticas públicas interculturales en los campos de la salud, la educación y la administración de justicia, entre otros.
Mientras el país se ha visto remecido por las voces de los pueblos y nacionalidades indígenas, las mujeres blancas y mestizas, especialmente aquellas educadas y localizadas en espacios urbanos, han cabildeado para poner sus agendas e intereses en la discusión política. En la dinámica de ambos movimientos sociales ¿cómo se ha tratado el tema de la mujer indígena? La evidencia revela un desencuentro entre los movimientos de mujeres y los movimientos indígenas, el objeto analítico de este ensayo.
Los movimientos indígenas, si bien no desarrollan una agenda particular orientada a modificar directamente las relaciones de género, propician prácticas orientadas a la equidad de género. Aún más, en muchos casos, las lideresas rechazan de manera explícita una agenda centrada sólo en las mujeres o en las relaciones de género, pues aducen una intromisión externa e imperialista.
Avelina Morocho, exalcaldesa kichwa de un pequeño pueblo de Cañar y miembra de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), comentó años atrás: “He escuchado que se dan cursos para mujeres sobre la liberación femenina, en vista de eso se ha analizado mucho sobre este tema, el mismo que ha tenido variedad de problemas por ser una copia de otros países… En muchos de los casos, señoritas que no conocen la realidad basan su vida en lo que dicen otras personas y trasmiten a la realidad cosas que no son experimentadas por ellas mismas…”.
Por un lado, ha sido leído como una estrategia contestataria al discurso estatal homogenizador de la feminidad y masculinidad y se le contrasta con las vidas de las mujeres indígenas que combinan roles reproductivos y de proveedoras. Por otra parte, es posible mirarlo como una opción estratégica que pospone los intereses de las mujeres con el propósito de fortalecer la lucha por el reconocimiento de los derechos como pueblo; o bien, como una expresión del poder masculino que maneja el renacer indígena. Y finalmente, puede ser interpretado como parte de un proceso de creación de una suerte de “feminismo indígena”, en línea con la crítica al feminismo blanco occidental y de clase media, proveniente tanto del feminismo multirracial como poscolonial, perspectiva que interesa explorar.
Este ensayo enfatiza en prácticas y pronunciamientos de las mujeres indígenas en el Ecuador que confirman que el feminismo no es un lenguaje universal y único para expresar las desigualdades de género.
En los últimos años, los discursos de las mujeres indígenas tienden a flexibilizarse respecto a la cuestión de las mujeres: se oyen voces de mujeres indígenas que se declaran feministas y, en el caso ecuatoriano, se observa un esfuerzo por construir un espacio autónomo de mujeres indígenas, articuladas en torno al Consejo Nacional de Mujeres Indígenas del Ecuador (CONMIE), quienes trabajan por la equidad de género en el marco de los derechos de los pueblos originarios. Pero en estas diversas vertientes el argumento común es que son las peculiaridades del mundo indígena, la llamada cosmovisión, así como la división sexual del trabajo junto a las fracturas que presentan con respecto a las mujeres blancas de clase media, las que marcan el desencuentro entre los movimientos de mujeres y las mujeres indígenas. Esbozamos varias razones que ayudan a explicar estos desencuentros, con especial referencia al mundo indígena de la sierra, las diversas construcciones de las relaciones de género, el racismo y la discriminación, así como las tensiones entre un énfasis en las relaciones comunitarias y uno en los aspectos individuales de las mujeres. La construcción del respeto de las mujeres indígenas pone en cuestión las complejas relaciones familiares y comunitarias, ya que las relaciones de género sostienen estas tramas colectivas. En este sentido, las agendas de las mujeres mantienen un difícil equilibrio entre sus intereses y aquellos del pueblo, dinámica que ayuda a explicar su desencuentro con los movimientos de mujeres.
Respeto para los pueblos indígenas de la sierra significa un estado general de orden moral y armonía que debe alcanzarse. En este marco interpretativo, podemos decir que las mujeres indígenas al enfatizar en la noción de respeto buscan la instalación de un orden moral y una armonía que incluye la complementariedad hombre- mujer, la preeminencia de lo colectivo, así como el buen trato por parte de las mujeres de otras procedencias. En este sentido, esta búsqueda está hablando de un desencuentro con los movimientos de mujeres liderados por mujeres urbanas, de clase media y blanca. Con sus énfasis en la violencia y discriminación, las mujeres indígenas expresan sus intereses, las jerarquías de género entramadas con el racismo y la pertenencia de clase, haciendo eco de los planteamientos hechos por el feminismo multirracial y poscolonial, se sugiere que este conjunto de conceptos reiteran que hay varios lenguajes para expresar los intereses y sueños de las mujeres y aludir a las relaciones de género.
En los últimos años, los discursos de las mujeres indígenas tienden a flexibilizarse respecto a la cuestión de las mujeres: se oyen voces de mujeres indígenas que se declaran feministas y, en el caso ecuatoriano, se observa un esfuerzo por construir un espacio autónomo de mujeres indígenas, articuladas en torno al Consejo Nacional de Mujeres Indígenas del Ecuador (CONMIE), quienes trabajan por la equidad de género en el marco de los derechos de los pueblos originarios. Pero en estas diversas vertientes el argumento común es que son las peculiaridades del mundo indígena, la llamada cosmovisión, así como la división sexual del trabajo junto a las fracturas que presentan con respecto a las mujeres blancas de clase media, las que marcan el desencuentro entre los movimientos de mujeres y las mujeres indígenas. Esbozamos varias razones que ayudan a explicar estos desencuentros, con especial referencia al mundo indígena de la sierra, las diversas construcciones de las relaciones de género, el racismo y la discriminación, así como las tensiones entre un énfasis en las relaciones comunitarias y uno en los aspectos individuales de las mujeres. La construcción del respeto de las mujeres indígenas pone en cuestión las complejas relaciones familiares y comunitarias, ya que las relaciones de género sostienen estas tramas colectivas. En este sentido, las agendas de las mujeres mantienen un difícil equilibrio entre sus intereses y aquellos del pueblo, dinámica que ayuda a explicar su desencuentro con los movimientos de mujeres.
Respeto para los pueblos indígenas de la sierra significa un estado general de orden moral y armonía que debe alcanzarse. En este marco interpretativo, podemos decir que las mujeres indígenas al enfatizar en la noción de respeto buscan la instalación de un orden moral y una armonía que incluye la complementariedad hombre- mujer, la preeminencia de lo colectivo, así como el buen trato por parte de las mujeres de otras procedencias. En este sentido, esta búsqueda está hablando de un desencuentro con los movimientos de mujeres liderados por mujeres urbanas, de clase media y blanca. Con sus énfasis en la violencia y discriminación, las mujeres indígenas expresan sus intereses, las jerarquías de género entramadas con el racismo y la pertenencia de clase, haciendo eco de los planteamientos hechos por el feminismo multirracial y poscolonial, se sugiere que este conjunto de conceptos reiteran que hay varios lenguajes para expresar los intereses y sueños de las mujeres y aludir a las relaciones de género.
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